La relación de los padres con sus hijos durante los primeros años de vida es crucial para el desarrollo psíquico y emocional de estos. La figura materna y paterna proporciona a los niños un vínculo afectivo primordial que marcaría su personalidad y patrón de relaciones afectivas futuras.

Según algunas aproximaciones, la madre podría ser la primera referencia de amor, calidez y protección para el bebé. La relación materna influiría en el desarrollo de la autoestima, seguridad emocional y regulación afectiva de los hijos. Un vínculo seguro con la madre generaría descendencia con mejor proyección. Los progenitores, en su relación con los hijos, influirían en el desarrollo de la identidad, la independencia y las habilidades sociales. Los hijos, gracias a esa buena relación serían más seguros, independientes y capaces de afrontar retos y resolver problemas. En cambio, una deficitaria relación podría dar lugar a carencias emocionales, dependencia afectiva excesiva y baja autoestima, sentimientos de incapacidad ante las dificultades de las relaciones personales, sentimiento de sinsentido y vacío que pueden ser antecesores de frecuente insoportable angustia.

La salud emocional y el bienestar psíquico de una persona están íntimamente ligados a la calidad de las interacciones afectivas tempranas con sus padres. Un entorno familiar cálido, protector y enriquecedor es crucial para el buen desarrollo de los hijos, que podrán así desplegar todo su potencial humano.