Psicólogo Córdoba ALBALAT Juan Antonio

 Las distorsiones cognitivas son patrones de pensamiento negativos que afectan la forma en que las personas perciben la realidad y pueden tener un impacto negativo en su motivación. Según el psicólogo Juan Antonio Albalat, domiciliado en Córdoba, España, estas distorsiones cognitivas pueden incluir pensamiento catastrófico, autoinculpación, pensamiento polarizado, minimización y maximización, entre otros.

El pensamiento catastrófico se refiere a la tendencia a exagerar la importancia de un evento o situación negativa y a prever lo peor en el futuro. Esto puede llevar a una persona a sentirse abrumada o desesperada, lo que puede afectar negativamente su motivación.

La autoinculpación se refiere a la tendencia a asumir toda la culpa por algo que sale mal, incluso si no es del todo su responsabilidad. Esto puede hacer que una persona se sienta desmotivada y desanimada.

El pensamiento polarizado se refiere a la tendencia a ver las cosas en términos de todo o nada, sin matices. 

La minimización y la maximización se refieren a la tendencia a minimizar los aspectos positivos de una situación y maximizar los aspectos negativos. 

Por lo tanto, es importante que las personas identifiquen y desafíen, con la ayuda del psicólogo, estas distorsiones cognitivas para mejorar su motivación y bienestar emocional.

Los conflictos psicológicos son una realidad común que muchas personas enfrentan en algún momento de sus vidas. Estos conflictos pueden surgir debido a diversas causas, como diferencias en valores culturales, expectativas dentro de las relaciones personales, choque de personalidades y protección del territorio, entre otros. Los conflictos pueden ser clasificados en diferentes tipos, como conflictos interpersonales e intergrupales. Además, los procesos psicológicos que pueden estar involucrados en los conflictos incluyen la percepción selectiva de información, la profecía autocumplida, el error atribucional fundamental, el entrampamiento y la búsqueda de información confirmatoria.

La resolución efectiva de los conflictos es fundamental para promover cambios positivos y evitar que el conflicto se agrave. En este sentido, el papel del psicólogo es importante, ya que puede ayudar a las personas a gestionar y resolver sus conflictos. El psicólogo puede utilizar diferentes enfoques y técnicas, como la comunicación eficiente y la mediación, para facilitar la resolución de conflictos.

Es crucial comprender que la gestión de los conflictos requiere un diagnóstico adecuado del problema. Esto implica considerar los aspectos psicológicos y sociales relacionados con el conflicto, como las emociones y el estado de ánimo de las personas involucradas. Además, compartir la responsabilidad de encontrar soluciones es fundamental, ya que los conflictos no surgen solo de una de las partes y su resolución tampoco puede depender solo de una persona.

Si estás enfrentando conflictos psicológicos, es recomendable buscar la ayuda de un psicólogo profesional, como Juan Antonio Albalat, quien ejerce en la ciudad de Córdoba, España. El psicólogo puede brindarte el apoyo necesario y las herramientas para abordar y resolver tus conflictos de manera efectiva.

Es importante destacar que los aspectos psicológicos y sociales también pueden desempeñar un papel relevante en situaciones de crisis, como la pandemia de COVID-19. La consideración de estos aspectos puede ayudar a disminuir las vulnerabilidades y reducir el riesgo de desastre en situaciones de emergencia.

Recuerda que cada conflicto es único y requiere un enfoque personalizado. Consultar a un profesional de la psicología te permitirá obtener el apoyo adecuado para abordar y resolver tus conflictos de manera saludable y efectiva.

 Emociones fuera de control, según el psicólogo Juan Antonio Albalat, domiciliado en Córdoba, España. Sentimientos como la ira, el miedo, la ansiedad y la tristeza pueden envalentonarse y ganar protagonismo, controlando nuestros pensamientos, acciones y nuestro estado emocional.

El enojo puede cegarnos y hacernos reaccionar de forma agresiva. El miedo puede paralizarnos frente a retos que debemos enfrentar. Las emociones desbordadas suelen tener orígenes profundos, ligados a heridas, carencias emocionales y experiencias dolorosas del pasado.

Aquí hay algunas formas de identificar la causa de tus emociones desbordadas:

Observa tus patrones. ¿Hay algo que desencadena regularmente esas emociones? ¿Alguna persona, situación o tipo de interacción? Eso puede darte pistas de sus orígenes.

Reflexiona sobre ellas. Pregúntate: ¿Cuándo empezaron a sentirse intensas? ¿Qué estaba pensando o haciendo en ese momento? ¿Qué circunstancias o estímulos externos pudieron haberlas desencadenado?

Observa tus reacciones físicas: aumento del ritmo cardíaco, tensión muscular, dificultad para respirar. 

Reflexiona sobre tu historia. Analiza los temas emocionales subyacentes no resueltos que activan las emociones intensas.

 Según el psicólogo Juan Antonio Albalat, domiciliado en Córdoba, España, el trastorno obsesivo-compulsivo de la conducta alimentaria, también conocido como TOC alimentario, es un serio problema psicológico que causa mucho sufrimiento a quienes lo padecen.

Las personas con este trastorno suelen desarrollar ideas obsesivas en torno al peso, las calorías, evitar ciertos alimentos o consumir otros en exceso. Estos pensamientos generan ansiedad que sólo se alivia mediante conductas compulsivas como pesarse repetidamente, contar calorías de forma rígida, comer en un orden determinado, entre otros patrones de forzada conducta. Las rutinas alimentarias se vuelven extremas y rígidas. La persona desarrolla rituales compulsivos al comer, como masticar excesivamente la comida, pesar strictamente las porciones, evitar ciertos grupos de alimentos completos, etc.

En los casos graves, pueden evolucionar hacia trastornos más severos como la anorexia o la bulimia nerviosa.

El tratamiento involucra terapia psicológica para identificar y modificar los patrones disfuncionales de pensamiento, de afectividad y del comportamiento. 

Lo más importante es buscar ayuda profesional tan pronto como se detecten síntomas como los descritos. Con el tratamiento adecuado y el cambio de hábitos y rutinas, es posible recuperar una relación sana con la comida y la propia imagen corporal. No hay razón para sentir vergüenza o culpa. Pedir ayuda es el primer paso pasa superar ese grave problema.

 Según el psicólogo Juan Antonio Albalat, domiciliado en Córdoba, España, las relaciones entre hermanos y entre personas con las que nos relacionamos están marcadas por la imitación y la mimetización. Los hermanos tienden a imitarse, a veces, como inocentes rivales en competición, desde edades tempranas a través de la mimetización. La rivalidad entre hermanos puede afectar su relación a largo plazo de manera negativa.

Si la rivalidad es muy intensa y se basa en la comparación constante, puede generar resentimiento y celos que dañen la confianza en las intenciones del otro.

Si la competencia se vuelve desleal o tóxica, con trampas o burlas, puede llevar a una distanciamiento y desconfianza emocional duraderos entre los hermanos e instalarse como prototipo de las relaciones personales.

Algunas consecuencias negativas a largo plazo:

Pérdida de confianza y distanciamiento emocional. Con el tiempo, el resentimiento y los celos exacerbados pueden llevar a que los hermanos dejen de confiar el uno en el otro y se alejen emocionalmente.

Si la competencia se vuelve desleal, los hermanos pueden tener problemas para establecer relaciones afectuosas en su relación de adultos.

Deficiencias en habilidades sociales y emocionales. Una rivalidad muy intensa en la infancia puede dificultar el desarrollo de habilidades como la empatía y la cooperación.

Estudios sugieren que las rivalidades tóxicas prolongadas entre hermanos pueden llevar a relaciones menos estrechas y duraderas.

 Según el psicólogo Juan Antonio Albalat, domiciliado en Córdoba, España, los recovecos más oscuros de la memoria son aquellos recuerdos dolorosos, tristes y traumáticos que se esconden en lo profundo de nuestra mente a partir de los estados emocionales vividos. Son espacios mentales a los que no solemos querer entrar pues producen sufrimiento: flashbacks o pensamientos recurrentes que nos producen ansiedad.

Esos oscuros resquicios del recuerdo guardan episodios de dolor que querríamos olvidar pero que están grabados a fuego en la psique. Son momentos de pérdida, de fracaso, de sufrimiento físico o emocional que dejaron una dolorosa huella. Se nos presenta la angustia vivida en su momento, el miedo sentido, la desesperanza, el sinsentido, la sin salida, en una solitaria desolación; viviendo a cada instante en el real temor de volver a caer en esa insoportable angustia.

 Los conflictos bélicos generan un profundo impacto psicológico en quienes participan directamente en ellos, ya sea como combatientes o como personas que sufren la guerra en la trinchera de sus casas y comunidades. Los soldados que presencian y cometen actos de violencia extrema, así como quienes pasan por situaciones de terror y zozobra por bombardeos, secuestros o pérdidas de seres queridos, desarrollan con mucha frecuencia distintos tipos de trastornos mentales que los acompañan el resto de sus vidas.

El estrés postraumático es uno de los efectos más comunes: involucra síntomas como pesadillas,flashbacks intensos de escenas vividas, pensamientos intrusivos, aislamiento, irritabilidad, ataques de pánico y depresión. También es frecuente ver casos de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y trastornos de la conducta alimentaria,por el alto nivel de estrés que experimentan los afectados. En los casos más graves, algunos combatientes terminan desarrollando trastornos de la personalidad, con una visión distorsionada de sí mismos y los demás.

Por desgracia, ante la ausencia de políticas públicas efectivas, muchos de los que padecen estos problemas no reciben tratamiento adecuado,marginándose de la sociedad o cayendo en adicciones que agravan su condición. Es necesario crear conciencia sobre este flagelo invisible generado por la guerra que aqueja a millones de personas, para poder brindarles la ayuda que merecen y facilitar su reinserción en la sociedad.

 La impulsividad psicológica puede definirse como la tendencia a actuar por impulso sin reflexionar demasiado acerca de las consecuencias de nuestras acciones. 

Se caracteriza por:

Tomar decisiones rápidas basadas en sensaciones internas o estímulos externos sin preocuparse por evaluar alternativas a largo plazo y sin tener en cuenta las consecuencias.

Realizar acciones repetitivamente sin pensar en los resultados negativos que han ocurrido en el pasado.

Alto nivel de excitación emocional que limita el razonamiento lógico.

La impulsividad está relacionada con la baja regulación de las emociones y los impulsos. Las personas con alta impulsividad suelen mostrar comportamientos de riesgo como: jugar en exceso, conducir de forma temeraria, consumo excesivo de alcohol u otras sustancias.

Algunas consecuencias de los comportamientos impulsivos son:

Consecuencias psicológicas: Baja autoestima, culpa, ansiedad, depresión, problemas de atención e hiperactividad.

Consecuencias relacionales: Dificultades en las relaciones interpersonales, falta de empatía, problemas de comunicación, altos niveles de conflicto.

Consecuencias laborales: Baja productividad, problemas para cumplir con las tareas, dificultades para llevar a cabo proyectos a largo plazo, falta de concentración.

Consecuencias emocionales: Inestabilidad emocional, dificultad para regular las emociones, baja tolerancia a la frustración, estrés.

Consecuencias de salud: Mayor riesgo de sufrir accidentes, padecimientos físicos derivados de hábitos poco saludables como el consumo de sustancias, la alimentación desequilibrada, el sedentarismo.

Sufrimiento propio y de los demás: Los comportamientos impulsivos suelen generar sufrimiento tanto en la propia persona como en las personas de su entorno. Pueden perjudicar las relaciones personales, laborales y sociales.

 Por eso es tan importante abordar la impulsividad desde una perspectiva terapéutica para mejorar la calidad de vida.

Las relaciones conflictivas entre hermanos producen numerosos trastornos. El maltrato, la desconsideración y la falta de comprensión desde la niñez hacen mella en la autoestima y la confianza de los niños y adolescentes. Las envidias, los celos, los secretos y las peleas frecuentes generan angustia y ansiedad, así como agresividad y dificultades para establecer vínculos afectivos equilibrados. Las peleas constantes crean percepciones negativas que dificultan el perdón y la reconciliación. Durante la adultez, esta incomunicación persistente puede generar resentimientos y rencores que afecten la capacidad de disfrutar plenamente de las relaciones familiares, obstaculizando la cercanía y deviniendo en soledad.

Otras consecuencias que pueden generar las malas relaciones entre hermanos son:

Problemas de autoestima y baja confianza en uno mismo, especialmente en los hermanos menores que son víctimas de maltrato.

Tendencia a replicar patrones de maltrato y falta de empatía en futuras relaciones, ya sea como agresor o como víctima.

Dificultades para trabajar en equipo y cooperar, al haber desarrollado una actitud competitiva y desconfiada.

Aislamiento social, al no haber aprendido habilidades básicas de comunicación y resolución de conflictos de forma saludable.

Problemas de salud mental como depresión, ansiedad y trastornos de la conducta alimentaria. El estrés crónico de las relaciones disruptivas puede afectar el bienestar emocional.

Dificultades en el rendimiento académico, al no contar con un ambiente de apoyo y estímulo en el hogar.

Menor cercanía y vínculo emocional entre hermanos a lo largo de la vida, aún cuando mejoren las relaciones con el tiempo. A veces las heridas son muy profundas.

 La relación de los padres con sus hijos durante los primeros años de vida es crucial para el desarrollo psíquico y emocional de estos. La figura materna y paterna proporciona a los niños un vínculo afectivo primordial que marcaría su personalidad y patrón de relaciones afectivas futuras.

Según algunas aproximaciones, la madre podría ser la primera referencia de amor, calidez y protección para el bebé. La relación materna influiría en el desarrollo de la autoestima, seguridad emocional y regulación afectiva de los hijos. Un vínculo seguro con la madre generaría descendencia con mejor proyección. Los progenitores, en su relación con los hijos, influirían en el desarrollo de la identidad, la independencia y las habilidades sociales. Los hijos, gracias a esa buena relación serían más seguros, independientes y capaces de afrontar retos y resolver problemas. En cambio, una deficitaria relación podría dar lugar a carencias emocionales, dependencia afectiva excesiva y baja autoestima, sentimientos de incapacidad ante las dificultades de las relaciones personales, sentimiento de sinsentido y vacío que pueden ser antecesores de frecuente insoportable angustia.

La salud emocional y el bienestar psíquico de una persona están íntimamente ligados a la calidad de las interacciones afectivas tempranas con sus padres. Un entorno familiar cálido, protector y enriquecedor es crucial para el buen desarrollo de los hijos, que podrán así desplegar todo su potencial humano.

 La salud emocional es fundamental para el bienestar general y la calidad de vida. Sin embargo, a menudo se resta importancia a los problemas psicológicos como la ansiedad, la depresión o el estrés. Estos trastornos son mucho más comunes de lo que se cree y afectan a una de cada cinco personas en algún momento de su vida. 

No es de extrañar que la ansiedad y la depresión sean cada vez más frecuentes en un mundo acelerado y exigente. La exposición constante a circunstancias angustiosas, la presión para triunfar en todo lo que hacemos, la exigencia en que todo esté perfecto según deseamos, son, entre otras muchas razones, circunstancias abrumadoras que ponen de manifiesto, con doloroso desagrado, la evidente diferencia que existe entre la imagen ideal que nos hacemos de lo que consideramos la merecida felicidad y la dura realidad que se nos impone cotidianamente.

Es crucial reconocer que la salud emocional es más importante que la física. Los problemas psicológicos no son una debilidad ni un signo de fracaso, pues son vivencias reales que requieren tratamiento. 

Proteger la salud emocional debe ser una prioridad para toda persona que sufre. El buen estado psicológico importa y merece  una adecuada atención y tratamiento.

 La dificultad para dormir puede ser un síntoma de problemas más profundos. La falta de motivación y el abuso de sustancias para aliviar el malestar pueden ser señales de que algo no está bien. Padecer alguna fobia o tener irritabilidad constante y sentir que todo el mundo está en contra puede ser agotador y afectar negativamente el rendimiento académico o laboral.

 Las relaciones tóxicas en el trabajo pueden tener un impacto negativo en la salud mental y física de los empleados. Estas relaciones pueden ser entre compañeros de trabajo, entre un jefe y un subordinado o incluso entre un empleado y un cliente. Las relaciones tóxicas pueden manifestarse de muchas maneras, como el acoso, la intimidación, el favoritismo y la exclusión.

Es importante que las empresas tomen medidas para prevenir y abordar las relaciones tóxicas en el lugar de trabajo. Esto puede incluir políticas claras y procedimientos para denunciar el comportamiento inapropiado, programas de capacitación para fomentar un ambiente de trabajo positivo y apoyo para los empleados afectados.

Si eres víctima de una relación tóxica en el trabajo, es importante buscar ayuda y apoyo. Habla con un supervisor o con el departamento de recursos humanos sobre tus preocupaciones. También puedes buscar ayuda externa, como un terapeuta o un grupo de apoyo.

En resumen, las relaciones tóxicas en el trabajo pueden tener consecuencias graves para los empleados y las empresas. Es importante tomar medidas para prevenir y abordar estas situaciones para crear un ambiente de trabajo saludable y positivo.